Enrique Iranzo Antigua Embajada de España en Berlín
 

Aposento del Embajador


Cocinas


Cocinas


Gran Salón de Baile


Instalación Abwesenheit


Instalación Abwesenheit

 

En verano de 1988 fuí destinado como titular del Consulado General de España en Berlín Occidental (Sector Británico). Las oficinas y la residencia del Consul ocupaban una tercera parte de la antigua Embajada de España ante el tercer Reich, el resto del inmueble era una ruina.

El enorme edificio, de estética puramente nazi, había sido canjeado por otro, el Palacio Thiele Winkler que durante muchos años fué la representación diplomática española en Alemania. El gobierno nazi  lo necesitaba para derruirlo, como parte de los planes de construir una monumental avenida en una monstruosa capital de un Reich que supuestamente iba a durar 1.000 años.

La nueva Embajada era un magnífico y modernísimo edificio en su época, enclavado en el corazón del Barrio Diplomático de Tiergarten, con grandes escudos de piedra del águila franquista en varios lugares prominentes de su fachada y el yugo y las flechas falangistas por doquier. Tenía incluso un gran balcón para arengar enfervorizadas multitudes, una pequeña capilla y un gran bunker en el sótano.
 
Curiosamente una Embajada diseñada para durar un milenio corrió una suerte parecida a la del régimen nazi. Inaugurada en 1941, sufrió en 1943 graves desperfectos en un bombardeo aliado, y fué más tarde paulatinamente abandonada, hasta que a fines de los 50, el gobierno español decidió reconstruir una parte del gigantesco edificio (6.000 metros cuadrados) como Consulado. Desde mi incorporación al puesto sentí una enorme fascinación por la parte abandonada de la Embajada que se encontraba en un estado lamentable. Las oficinas y mi residencia oficial, con sus muebles, grandes lámparas de cristal, vetustos cortinajes, hermosos cuadros, parecía simbolizar la parte consciente de mi mente. La ruina, mucho más grande que la zona habitada, con sus humedades, telarañas, oscuridades, olvidados documentos y ficheros, fantasmas (al parecer oficiales de las SS se suicidaron en los sótanos al final de la guerra) venía a ser como mi subsconsciente. Allí pasé muchas horas intentando con mi cámara no se muy bien si encontrarme a mí mismo o más bien penetrar un secreto que en el fondo no existía.

Aquí van pues algunas fotos de las muchas que hice.
El edificio atrajo como es natural la atención de muchos artistas. Uno de ellos Chema Alvargonzalez, residente desde hace años en Berlín, realizó una prodigiosa instalación que tituló. "Abwesenheit" (la ausencia), colocando un neón rojo en cada una de los cientos de ventanas de la ruina, tosca y apresuradamentemente tapiadas con ladrillos para evitar okupas. Parecían las heridas no cicratizadas de la Embajada. El proyecto tuvo tanto éxito que fué varias veces visitado por la policía berlinesa ya que la obsesiva y majestuosa música que acompañaba a la instalación parecía molestar a los distantes vecinos (la parte de percusión de la obra "Sarah was ninety years old" del compositor Arvo Pärt).

Hace poco volví a Berlín. Del edificio solo queda la fachada dende Chema instaló las luces, ya que el inmueble se va a reconstruir como una nueva y flamante Embajada de España y por ser ya un monumento protegido hay que respetar en lo posible su exterior. No pude menos que recordar aquel Haiku del monje vagabundo y borrachín japonés Santoka Taneda:

Nada queda de
la casa donde viví
¡luciérnagas!