Carlos Jimenez
Fábrica de Bombillas OSRAM, Madrid.
 













Fábrica de Bombillas OSRAM, de los años 20 en Madrid.
Adios a las fábricas.
Las fábricas y con ellas los obreros, los empleados, los empresarios se han marchado, ya no están donde solían estar y sólo han dejado atrás en su éxodo inexorable hacia los extramuros los edificios que alguna vez las albergaron y que hoy están vacíos, desiertos, habitados sólo por los ecos que se multiplican en sus naves y la hierba que comienza a medrar en los intersticios de sus suelos y de sus muros. Algunas de esas edificaciones abandonadas mantienen sin embargo todavía integro su porte y hasta su dignidad originales , como es el caso de la que fuera sede de la Fábrica Osram, situada en la calle Palos de la Frontera, en medio de un barrio que alguna vez fue industrial y hoy es un apacible barrio residencial de clase media. Cuentan los parroquianos más viejos de un bar situado ante su imponente fachada que la fábrica empezó a funcionar en los anos 20, que en sus días de esplendor daba trabajo a 1.500 obreros y que fue a comienzos de la década pasada cuando comenzó su desintegración. Las unidades de producción se trasladaron una nueva planta en Torrejón, la parte de los depósitos que quedaba cruzando la calle Fray Luis de León, se vendió para construir en ella unas unidades de vivienda y la actividad se redujo a la distribución de los productos de esta empresa de bombillas y otros medios de iluminación hasta, cuatro o cinco anos atrás, cesó por completo. "Ahora la ha comprado la Caja de Madrid, que quiere hacer con ella una biblioteca", explica uno de los parroquianos que no esta seguro de si para cumplir ese propósito la Caja usara todo el inmueble o se limitara a su cuerpo delantero, el de la fachada principal, la que da al Paseo de Santa María de la Cabeza, del cual sólo la separa un pequena plazoleta trapezoidal, sobre la que revolotean las palomas y que ha sido elegida por los vecinos para que sus perros caguen y meen. Es, desde luego, la parte más noble del conjunto, donde el arquitecto que lo diseno dio una solución formal plena de evocaciones palaciegas al imperativo de la época que era someter la arquitectura de las fábricas a un claro ordenamiento racional y simultáneamente imprimirle una dignidad que era la que entonces reclamaban por la primera vez los trabajadores para los lugares de su trabajo. "Porque la fabrica era nuestra vida, o por lo menos la mitad de ella", un jubilado sesentón no de esta fábrica sino de otra cualquiera.